jueves, 9 de junio de 2011

Cambios.

Como decía Heráclito “no podemos bañarnos dos veces en el mismo río”. Cuando nos metemos en un río, salimos y volvemos a entrar, sus aguas ya no son las mismas, se han transformado, ya no es el mismo río. El cambio es continuo.
Nadie puede resistirse al cambio. Es como resistir al paso del tiempo, una batalla perdida de antemano. Siempre estamos cambiando, es inevitable. Es la esencia de todo, de nosotros, del universo ¿o será al revés? Que la esencia es la que permanece inalterable. ¿Dónde está nuestra esencia? ¿En eso que permanece a pesar del cambio o en el cambio permanente?¿Podemos ser los mismos si todo cambia, o somos los mismos a pesar de cualquier cambio?¿Cuánto de improbable tiene pretender cambiar todo de una vez? El cambio tiene sus tiempos, sus procesos. Tal vez la clave sea cambiar con el cambio. Resistirse es como querer congelar el agua del río para bañarse siempre en la misma. Un día abres los ojos y ves que todo cambió, y ahí estás perdido en lo desconocido. Es una cuestión de tiempo. De tanto mover el árbol al final la fruta cae. Y cuando el cambio llega no deja lugar a dudas. Cambia todo, arrasa, transforma, muta. El cambio es la esperanza en mitad de la nada. Es confiar en que eso, como todo, irá bien.